El recorrido por la vida de un enorme dirigente del movimiento obrero argentino. Sus inicios en la militancia gremial, la lealtad a Perón como eje transversal de su acción política y sindical, y el triste final para el lider metalurgico.
Por Germán Duarte, delegado del Fuero Laboral de la Unión de Empleados de la Justicia de la Nación
En estos tiempos, en que nos preocupa el reciente triunfo electoral de fuerzas políticas que impulsan la flexibilización laboral y la baja de jubilaciones, tenemos que recordar que la principal garantía de nuestros derechos son las organizaciones libres del pueblo, entre las que se destacan los sindicatos.
José Ignacio Rucci, que en 1955 era un delegado fabril peronista, vivió en carne propia lo antedicho y estuvo en la primera línea de la resistencia durante 18 años, sufriendo la represión y la cárcel. Su acción al frente de la CGT en los ’70 fue indispensable para la posterior sanción de la legislación laboral más avanzada que hubo en nuestro país, superando incluso al primer peronismo.
En la primera parte de esta reseña sobre la vida y el martirio del líder metalúrgico, también indagaremos acerca de sus orígenes como delegado de base y el modelo sindical que representaba, contrapuesto con el de Agustín Tosco, en función de seguir el consejo de Juan Domingo Perón a los trabajadores, cuando les recomendó que “ajustasen sus organizaciones porque venían tiempos difíciles”.
Rucci: de humilde inmigrante a delegado metalúrgico.
José Ignacio Rucci nació el 15 de marzo de 1924 en Alcorta, Santa Fe, en el seno de una familia humilde de trabajadores rurales, descendientes de inmigrantes italianos. Como muchos jóvenes de su condición, a los 20 años debió emigrar, primero a la Ciudad de Santa Fe y luego a la de Buenos Aires, trabajando, entre otras cosas, de vendedor ambulante, de lavacopas, en una verdulería y en un frigorífico. Rucci fue parte de la descendencia europea que, a su vez, luego conformó la ola migratoria interna que se desarrolló durante la crisis del modelo agroexportador, la cual evidenció las fragilidades de la economía liberal de entonces.
A partir de 1946, la Argentina se empezó a industrializar en serio, por lo que la UOM pasó de tener 6.000 a 200.000 afiliados. Rucci consiguió trabajo como obrero en la fábrica de electrodomésticos Ubertini y a los 23 años fue elegido delegado por sus compañeros. En 1952, ingresó en la fábrica de cocinas y estufas CATITA de Barracas, incorporándose, en 1954, a su comisión interna. Durante ese tiempo, se destacó por su oratoria, sus convicciones políticas y su capacidad organizativa. En abril de 1955, un delegado de Siemens, Augusto Timoteo Vandor, fue elegido Secretario General de la Seccional Capital de la UOM.
En ese clima represivo, durante el mes de diciembre de 1955, Rucci tuvo el valor de encabezar una huelga que logró la reincorporación de un grupo de delegados gremiales despedidos. Pero no solo se dedicó a resistir la avanzada de la dictadura sobre el movimiento obrero, sino que también participó activamente de la resistencia peronista por medio de la acción directa. En el año 1956, una prolongada huelga metalúrgica llevó a la conquista de un aumento salarial y a la derrota de la intervención militar de la UOM.
Durante todo el año 1957 el sindicalismo peronista impulsó un plan de lucha de alcance nacional en el marco del cual se convocó a un Congreso en La Falda, Córdoba, junto a los representantes de las regionales de la CGT de todo el país, donde Rucci desempeñó un papel protagónico. Se aprobó un programa que planteaba, además de restablecer la nacionalización de los recursos naturales, del comercio exterior, la banca y los servicios públicos, la participación de los obreros en la dirección de las empresas y el reparto de tierras de los grandes latifundistas
José Ignacio Rucci se opuso a las posturas adoptadas por Vandor en relación con su vínculo con Ongania y el gobierno militar, por lo que estuvo relegado a un cargo de segundo orden a pesar de haber sido uno de los principales líderes metalúrgicos durante el período anterior. Estuvo a punto de renunciar en 1965 (incluso había vendido su casa para pagar deudas y comprarse un taxi para empezar de nuevo), pero una llamada de “El Lobo”, como le decían al Secretario General de la UOM, lo hizo cambiar de idea, ya que en San Nicolás se estaba impulsando la creación de un gremio de empresa en SOMISA, la cual atentaba contra la unidad del sindicato. Es por eso que Rucci aceptó la propuesta de viajar a San Nicolás como interventor de dicha Seccional.
Poco tiempo después, Vandor se arrepintió del camino que había emprendido y viajó a España para reencontrarse con Perón y ponerse a sus órdenes. La UOM impulsó medidas de fuerza contra la dictadura, por lo que paralizaron los fondos del gremio y encarcelaron a muchos de sus militantes. El 30 de junio de 1966, “El Lobo” Vandor fue asesinado a tiros en la sede sindical en un hecho que nunca fue esclarecido. Más allá del juicio que se pueda hacer sobre un hombre tan complejo y contradictorio, como la época que le tocó protagonizar, Vandor fue asesinado para perjudicar al movimiento obrero organizado y al peronismo en su conjunto. Miles de obreros acompañaron el féretro del líder metalúrgico, en lo que fue el preludio de una prolongada sucesión de atentados contra los representantes de los trabajadores.
En 1970, la central obrera convocó a un congreso unificador, en el que Rucci fue elegido Secretario General. En 1973, la CGT apoyó al candidato de Perón, Héctor J. Cámpora, quien ganó las elecciones en medio del caos y la violencia política que sacudían al país con la esperanza de volver a lograr una Patria justa, libre y soberana.
El debate entre Rucci y Tosco.
El 13 de febrero de 1973 se emitió por televisión un debate entre Rucci y Agustín Tosco, que conducía el sindicato de Luz y Fuerza en Córdoba. La principal confrontación se dio durante la discusión acerca del rol que cada uno jugaba dentro del movimiento obrero, lo cual expresaba un debate de fondo acerca del modelo sindical.
Tosco buscaba presentarse ante la audiencia como un genuino exponente de las bases, contraponiéndose a lo que él llamaba “la burocracia sindical”, de la cual formaría parte, según decía, la conducción de la CGT. Incluso, planteaba: “nosotros hemos reclamado insistentemente a la CGT nacional la convocatoria del Comité Central Confederal”, a lo que Rucci respondió contundentemente: “nunca el Comité Central Confederal se reunió más veces que siendo yo Secretario General”. En ese sentido, Rucci le cuestionaba a Tosco su falta de participación en dicho organismo de la CGT, “integrado por cuatrocientos Secretarios Generales, donde también está el compañero Tosco”, según expresó en el debate, caracterizándolo así como “un genuino cuerpo, ligado a las bases”.
A pesar de las diferencias, Rucci nunca dejó de llamar “compañero” a Tosco, de cuyo coraje y entrega por la causa de los trabajadores nadie puede dudar, sobre todo después del Cordobazo de 1969, que fue un hito en la movilización obrera de nuestro país.
Frente a la acusación de” burócrata “por parte de Tosco, Rucci dijo: “a veces las palabras están ligeramente expresadas y suenan a hueco”. El dirigente cordobés utilizaba la acepción vulgar del término “burocracia”, la cual no tiene nada que ver con su verdadero significado. Para la sociología,la burocracia es el cuerpo administrativo que caracteriza a toda organización contemporánea, la cual suele estar regida por un cuerpo normativo, racionalmente concebido para su funcionamiento, por lo que requiere de personal idóneo para garantizar que el mismo se cumpla. No sería posible administrar los hoteles sindicales y las obras sociales, atender las demandas de los afiliados, ni tampoco garantizar el estricto cumplimiento de la reglamentación vigente y el manejo eficiente de los fondos sin un cuerpo administrativo especializado en dichas funciones.
Esto no es un defecto del sindicalismo ni mucho menos un fenómeno propio de los gremios, ya que en la sociedad contemporánea todas las instituciones, sean religiosas, culturales, deportivas, sociales, políticas, etc., funcionan con una burocracia. Rucci, en defensa del modelo sindical argentino, planteó enfáticamente: “Gracias al sindicalismo argentino, podemos decirlo así, donde están los burócratas, según algunas calificaciones, tenemos un movimiento obrero politizado que sabe lo que quiere y a dónde va”.
Volviendo al debate entre Rucci y Tosco, se observa que ambos impugnan el status quo vigente en el momento previo a las elecciones de marzo de 1973, si bien difieren en el camino que se debe seguir hacia adelante. Mientras Tosco plantea, como hemos dicho más arriba, una alianza de la clase obrera con sectores de “la pequeña y la mediana burguesía”, para enfrentar al imperialismo y alcanzar una “liberación nacional y social”, Rucci propone objetivos semejantes, pero con un programa concreto y con el apoyo de las organizaciones representativas del conjunto del pueblo argentino, es decir, con el poder popular necesario para realizarlos. El documento suscripto por la CGT y la Confederación General Económica, que nucleaba a los pequeños y medianos empresarios nacionales, el 7 de septiembre de 1972, es la cristalización de ese programa, que, a su vez, sigue los lineamientos del Programa de La Falda de 1957, mencionado en la primera parte de esta reseña.
Rucci no llegó a ver realizadas estas propuestas, porque fue asesinado cobardemente el 25 de septiembre de 1973, en la puerta de su modesta casa de Flores, luego de compartir un asado con su familia y amigos, para festejar que 48 horas antes había triunfado la fórmula Perón-Perón. Ese gobierno puso en marcha, en diciembre de ese año, el Plan Trienal para la Reconstrucción y la Liberación Nacional y una política económica y social al servicio de las necesidades del pueblo.
Siempre se adjudicó el atentado que terminó con la vida de Rucci a la organización Montoneros, si bien no lo reconocieron oficialmente. Lo cierto es que dicha organización ya había atentado contra Rucci y otros representantes de los trabajadores, porque creían que el secuestro y el crimen eran medios válidos de acción política, en función de enfrentar a un gobierno que ganó las elecciones con el 63% de los votos. Perón condenaba enfáticamente esta conducta, lo cual expresó a los diputados que estaban vinculados a los grupos armados cuando les dijo: “Un crimen es un crimen, sea cual sea la idea que inspira a sus ejecutores”, si bien dejó siempre en claro que estos delincuentes debían ser juzgados y condenados dentro de la Ley, respetando todas las garantías constitucionales. La violencia de estas organizaciones terroristas generó un clima de caos y desestabilización del gobierno popular, que terminó siendo aprovechado por la oligarquía y el imperialismo, los cuales usaron a nuestras Fuerzas Armadas para llevar adelante un golpe de Estado.
Para terminar, queremos destacar la vigencia de estos ideales por los que luchó y murió Rucci, citando el Comunicado del Comité Central Confederal del 22 de septiembre de 2021, el cual, además de reformar el Estatuto para establecer el cupo femenino en su Comisión Directiva, convocó a la unidad de la CGT: “Los adversarios de los trabajadores nunca descansan: cuando alcanzan el gobierno por la fuerza o por los votos, siempre buscan atomizar el Modelo Sindical, fragmentar la negociación colectiva y desfinanciar la Seguridad Social (…) una reforma laboral, la eliminación de la indemnización por despido (…) Nuestra legislación laboral y social no son un conjunto de leyes marchitas, son el corazón de la justicia social (…). Vamos al Congreso Nacional de los trabajadores a buscar la unidad, que nos dé las herramientas para garantizar la plena vigencia de toda la legislación sindical y laboral”.
El articulo completo: http://repliegue.com.ar/rucci-lealtad-a-peron-y-a-los-trabajadores-parte-i/